jueves, 2 de octubre de 2008

Septiembre y Piedra Libre 41


Editorial: ¡Qué tropa de desubicados! Esto quema: El gobierno del MAS sube la deuda de Bolivia todos los días La doce: La demagogia no se come/El sector agropecuario inducido al suicidio Del bueno: Concepción en flor / Festival Internacional de la Orquídea Zupertics: Diga cómo usa la computadora y le diré cómo es Ud. Así nomaj: ¿Hacia dónde vamos? Lo dijo: Basta de racismo. Sandra Russo: Collas de mierda. Gabriela Ichaso: Porteñitos de mierda. Sin censura: ¿Tenés Facebook? Famosos en FB. Grupos bolivianos. Protegiendo la privacidad. La mundi: Las más poderosas ya no están en Estados Unidos Al vivo: ¿Está Estados Unidos listo para un presidente negro? Reflexión: Ensayo sobre la ceguera O sea: Antes y después de Fidel. A favor, Frei Betto. En contra, Carlos Alberto Montaner. Zuperletras: La palabra “cojones” / por Arturo Pérez Reverte Zuperletras: García Márquez va al dentista, por Julio Villanueva Chang Modo de vivir: 40 tips de oro Muertos en Bolivia: Dolor sin límites, por Gabriela Ichaso Elcuaz.En este número también escriben: Carlos Schlink, Germán Antelo Vaca, Luis Baldomar.

"Porteñitos" de mierda

Los ecos que llegan desde Argentina: de un racismo inadmisible e implacable.

Leo a Sandra Russo periódicamente en Página/12 y la sigo cuando puedo –un feriado que otro- en la Televisión Pública argentina en el horario incómodo para quienes trabajamos a esa hora, de las 16:00 hs. con Boy Olmi. También vi el documental de Emilio Cartoy Díaz, Bolivia para todos, por el mismo medio y que Sandra califica de “excelente”: un audiovisual cargado de los prejuicios instalados en el ojo parcializado de quien viaja a un lugar desconocido a seguir mirando por encima del hombro y la carga oportunista de suposiciones trasnochadas.
Soy argentina, de las que salió adolescente del país en 1977. Soy platense, además, como Cristina y como Sábato, de la frontera entre Capital Federal y la Argentina, del lado provinciano para mi dicha. Tengo la piel blanca en invierno y canela en verano, con la sangre vasca de mis abuelos maternos y criolla, cruceña, colla y negra –así cuenta papá- del lado de mis abuelos paternos. Y mirá qué cosa, por ese lado también soy “bolita” cuando vuelvo a mis afectos del sur, parte irrenunciable en los 32 años que llevo en Santa Cruz de la Sierra, donde tengo a mis padres, mis hermanos, mis hijos y, hace un mes, a mi primer nieto.
Esta tierra generosa me dio mucho más que familia, lugar y compromiso, me permite ganarme el fruto del trabajo cada día con el mismo esfuerzo y dignidad que la gran mayoría que vive al día en cualquiera de nuestros países y me permitió ser Concejal y –qué cosa también- Viceministra de Participación Popular hace cuatro años atrás.
¿Desde dónde se mira la crisis boliviana, Sandra? ¿Desde un documental circunstancial y direccionado? ¿O la miramos desde la historia de sus pueblos y de los de América del Sur, incluyendo las Provincias Unidas del Sur, más tarde el querido pueblo argentino total? ¿Vos sabías que a Santa Cruz la expedición de los de Mendoza, los mismos que a Buenos Aires, desde Asunción del Paraguay, arribaron 400 años antes que las políticas públicas de Bolivia dictadas desde una sede de gobierno, la ciudad de La Paz, robada a la capital histórica y emblemática de Sucre, la sede de la mítica, docta y colonial Audiencia de Charcas?
¿Vos sabías que desde hace poco más de 70 años esta aldea de 50.000 habitantes se convirtió en una ciudad, Santa Cruz de la Sierra, con 1.600.000 vecinos con la esperanza de una vida mejor, hartos del altiplano rentista, esclavista y extractivo de los collas de mierda de la plata, del estaño, del desmembramiento territorial y de la gran mentira nacional, camuflada en el verso que le hicieron a Bolívar sobre una supuesta “hija predilecta” definida con una pluma sobre un mapa de pergamino?
Los perseguidos en este cuento de la humanidad de nunca acabar son los mismos allá y acá: los que el sistema no reconoce, no les da chance ni oportunidad, les niega la ciudadanía plena, les impone una cultura distinta a la de sus raíces.
Hasta hace poco era pasando la autopista, ahora es al lado de Retiro, en Flores, en las inmediaciones del Riachuelo, a lo largo de la ruta a Hudson, en la circunvalación de La Plata, qué te puedo decir, qué lugares más. Negro, negro cabeza, grasa, groncho, bolita… Cuántos son los calificativos despreciativos con los que los de la Capital Federal llaman a inmigrantes bolivianos que hoy sostienen la horticultura de la “Ciudad Autónoma de Buenos Aires” que otrora, en la época de nuestros abuelos eran tanos y gallegos la gran fuerza de trabajo y de país que hicieron el sur.
Nuestros países en toda América se desmembraron antes que lo haga pantalla de la televisión, Sandra, por no ir más lejos. Y lo que hace el rating de lo audiovisual es la maximización de lo que hacemos los equivocadamente superados. No es la pantalla la primera en bajar la estatura presidencial. Mirá el caso de la Cris, o antes.
Acá no hay bolivianos blancos, como tampoco los hay en Buenos Aires, sabés? Lo menos, criollos de piel oscura de sol a sol. Esos que vos -y con tu voz, que respeto y discrepo- calificás como los blancos de Santa Cruz, somos los nacimos y llegamos acá –de paso, te doy el dato de 10.000 argentinos cruceños- que votamos dos veces en elecciones democráticas y ganamos con más de dos tercios para que el sistema unitario que Argentina lucha por sacar de la letra muerta constitucional para que sea una realidad de coparticipación verdadera federal, buscamos autonomía departamental.
Yo te voy a decir, como decía Fontanarrosa, lo que es ser una mierda. Y también un colla de mierda. Y un camba de mierda. Y un mierda. Porque en el octubre negro que sufrimos el 2003, eran empleados públicos de un gobierno constitucional y democrático anterior al de Evo –blancos, decís vos- los que salían a las calles y los que hoy están en el poder les cortaban la corbata en la ciudad de La Paz. Porque a Bolivia la exprimieron en sus minas durante siglos, collas de cuello blanco, por decirlo así. Porque los collas de mierda, los cambas de mierda, los mierdas, no tienen nada que ver con el color de la piel o su situación económica, sino en la actitud que tienen respecto a la sociedad, a sus pares ciudadanos, a la historia de nuestros países.
Lo que dicen las paredes, que me encanta lo que dicen las paredes, en muchas ocasiones es sabio y en muchas más, es protesta. Lo ves en las paredes de Buenos Aires y también acá, en Santa Cruz de la Sierra. Mi casa es tu casa cuando quieras venir a conocernos.
Yo no lo quiero decir, lo escucho pasando los límites de la racionalidad y de las huertas y granjas, de los talleres textiles, de las reuniones de las empleadas domésticas, de los jardineros, albañiles y obreros, que residen en Capital Federal porque su lugar en Bolivia, Paraguay, Ecuador, Perú o cualquiera de los países del mundo, no les dio las oportunidades que esperan encontrar allá. Son muchos, son collas, son cambas, son costeños, son serranos, son cordobeses, son jujeños. Lo dicen en sus ojos, lo dicen en sus conventillos, en sus villas miserias, trabajando en negro en countries, supermercados, casas “bien”, edificios, veredas ocupadas por la informalidad: porteños de mierda. Que tanto daño le hacen a la imagen de la República Argentina en el mundo, que el humor negro los pone como parangón de la egolatría y la desubicación, que con su arrogancia y sanatería impiden que el gaucho –no aquel monumental e incólume de poncho, bombachas y boleadoras- sea más que la retórica y romántica imagen de la Patagonia para exportación.
¿Son gallegos o gallegos de mierda, todos los españoles? ¿Son porteños o porteños de mierda, todos los argentinos? ¿Somos cambas o collas de mierda, todos los que vivimos en Santa Cruz y en Bolivia?
Porteñitos de mierda, ignorantes y sobradores, a los que les toca, diría yo.